
Punto final para un peregrinar judicial de casi tres años. La justicia de Morón condenó a prisión perpetua a Abel Miguel Ángel Bareiro por el femicidio de Sandra Marcela Garcé en Hurlingham. El cuerpo de la mujer fue hallado calcinado sobre la avenida Márquez, en El Palomar, y con la autopsia de rigor se confirmó que había sido estrangulada. Al femicida lo detuvieron pocas horas después.
En un fallo unánime redactado por el juez Juan Carlos Uboldi y respaldado por sus pares Mariana Maldonado y Claudio Chaminade, el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de Morón consideró que el hecho se trató de un homicidio doblemente agravado por tratarse de una relación de pareja no conviviente y por mediar violencia de género. Es decir, recayó sobre el imputado la máxima pena establecida para los femicidios.
Como informó Primer Plano Online, entre Bareiro y Garcé había un vínculo sentimental aunque no reconocido públicamente por él, que tenía una pareja de la que supuestamente se estaba separando y con la que tenía un hijo. “Se veían a la noche y a escondidas”, declaró uno de los hijos de la mujer, elemento clave para la detención del femicida.
Hacía un tiempo mantenía la relación con la víctima, siempre con la promesa de separarse y arrancar una vida con ella. Esa noche la contactó por celular y le avisó “te paso a buscar que tengo un regalo para darte”. “No sé, será un chocolate”, le expresó Garcé a su mamá antes de salir a su encuentro. Fue la última vez que su familia la vio con vida.
La familia de la mujer no estaba de acuerdo con la relación que ella tenía con Bareiro, pero el argumento que usaba Sandra era el que hacía que no la impidieran. “Me hace bien”, contó su hijo que la madre expresaba. Sí recordó que la veían sufrir al punto de llorar porque él no la blanqueaba y sólo eran “amantes”, lo que provocaba discusiones y el planteo de ella: “es tu esposa o soy yo”, “si vos no se lo decís se lo digo yo”. Sin embargo, se comprobó con las pericias de rigor que la clandestinidad era una mentira del femicida.
Otro testigo, que no es de la familia Garcé, declaró que Bareiro la había amenazado en una ocasión con un arma de fuego con la cual le apuntó a la cabeza, agregando que también le había hecho sacar un préstamo a Sandra que nunca le devolvió. “Es decir que la relación de pareja poseía notoriedad, continuidad, consentimiento, notas típicas de una relación sentimental”, reflexionó el juez Uboldi para sustentar el fallo.
ESTRANGULADA A LAZO Y QUEMADA
Aquella noche, la mecánica de cómo fueron los hechos expuesta en el juicio dejó en evidencia que el femicida “buscó poner vulnerable y a su merced a Sandra”, para lo cual la engañó a través de una invitación para darle una respuesta y un supuesto regalo. Así logró que la víctima subiera a su auto, en el que desenfundó toda su violencia.
En el interior del rodado que el hombre usaba para trabajar como remis primero se inició un forcejeo y le aplicó golpes a Garcé, que alcanzó a defenderse tal como demostró la evaluación médica realizada a Bareiro luego de su detención a pocas horas del crimen. “Pero la resistencia frente a un hombre que podía oponer una mujer volvía a mostrar esa desigualdad. Tras ello le colocó un lazo en el cuello y la estranguló”, se lee en el veredicto condenatorio.
“No contento con ello, con haber acabado con la vida de Sandra y en clara muestra del desprecio por la mujer, la prendió fuego previo rociarla con nafta y la arrojó a la vía pública, como quién se descarta de un objeto roto o en desuso. El macho había cumplido su cometido: o se hace lo que yo digo o te descarto (te mato). Y para que la sociedad supiera de su hazaña, ya prendida fuego y habiendo arrojado en la vía pública el cuerpo de Sandra, Bareiro se marchó para que todos la vieran, su desprecio por la vida había alcanzado su máxima expresión”, fundamentó el tribunal.

Lo que vino después siguió por el mismo andarivel: el femicida hizo su vida completamente normal, como si nada hubiera pasado: fue a una estación de servicio donde cargó combustible y limpió las evidencias que podían haber quedado en el vehículo para luego devolverlo a su dueño y terminar la jornada jugando a la Play con su hijo. Al otro día lo fue a buscar para continuar normalmente con su actividad de chofer. “Una frialdad que asusta”, sentenció Uboldi.
LA CONTUNDENCIA DEL FALLO Y LA PAZ FAMILIAR
Para el tribunal, el juicio “ha dejado en evidencia la relación asimétrica, desigual, de sometimiento que el encartado ejercía sobre ella”. “Y esto lo hacía a sabiendas de que ella estaba completamente enamorada de él. Entonces ejerciendo su dominio en la relación, Bareiro buscó ponerla vulnerable y, a partir de esa confianza que (ella) depositaba con su pareja, pergeñó su espantoso plan homicida ya pensando a Sandra como un objeto, como una cosa y así planeó despojarse de ella”, indica uno de los párrafos de la sentencia a la que tuvo acceso Primer Plano Online.
Es más: en el debate quedó claro que la madre del hijo de Bareiro sabía de la relación extramatrimonial que el femicida mantenía con Garcé según él mismo narró en una de las entrevistas con psicólogos que lo evaluaron. Eso echó por tierra la circunstancia de atenuación presentada por la defensa del condenado: el miedo del asesino ante la supuesta amenaza de la víctima de blanquear el vínculo.
¿En dónde se constata la violencia de género? En el momento del crimen, cuando el femicida impuso su fuerza física e imposibilitó que la mujer escape, en la relación de poder al momento del crimen por más que no hayan existido denuncias previas.
Luego de conocer el fallo y de entrevistarse con el juez Uboldi en el tribunal, Leonardo, Manuel y Gabriel (los hijos de Sandra) y María, la mamá de la víctima, manifestaron su conformidad con la sentencia y expresaron su agradecimiento a los jueces por “la contundencia” del veredicto. Así lo dejaron expuesto en un breve diálogo con Primer Plano Online.