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jueves, marzo 28, 2024
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Reflexiones del caso Lautaro: la grandeza de la gratitud frente a la crueldad de la desesperanza

Por Norman Díaz

Un padre que termina de enterrar a su hijo y empieza a transitar ese infierno en el que ninguno de nosotros puede ubicarse, salvo que haya pasado por lo mismo. Ojos colorados, ocultos detrás de un par de anteojos que no logran evitar que el mundo entero vea su padecimiento. Y una palabra que encierra un espíritu con el cual se enfrenta la vida: gracias. Es todo muy fuerte, demasiado emotivo.

Así se resume en encuentro, breve, efímero, que Primer Plano On Line tuvo ayer con Martín Sabio, el papá de Lautaro. Arrasado por el momento, ese hombre que terminaba de poner bajo tierra a lo que cualquier ser humano más ama nos estrechó en un abrazo y agradeció por la cobertura del caso. Sí. Es increíble. En ese contexto, salía gratitud de sus labios, algo que nos hizo sentir más pequeños aún de lo que somos. Una demostración de fortaleza que conmueve aún más.

Hablé varias veces con él desde que tomé conocimiento del caso. Primero el jueves, cuando nos llegó el pedido y la movida que estaban armando en la Catedral Metropolitana. Iban a encender allí una luz de esperanza para que aparezca el corazón que Lauti necesitaba para ser sometido a un trasplante. Ya en ese momento, Martín y Jimena supieron ser agradecidos por la difusión. Y decían, que más allá de su hijo, lo importante era hablar en plural y contar que la donación de órganos debería involucrarnos a todos.

Un corazón para Lauti

Nos volvimos a contactar el viernes, luego de las velas frente a la imponente iglesia porteña. Y el sábado de nuevo. Ya hablábamos con Martín como si fuéramos conocidos de toda la vida. El domingo lo llamé dos veces y no lo pude ubicar, pero a las 17 llegó ese mensaje tan esperado: había aparecido el corazón y a Lauti ya lo habían operado. Estaba en la pileta de un familiar con los chicos. Dejé el mate y la medialuna que tenía en la mano y levanté los brazos. Mi mujer me miraba sin entender mucho, pero cuando le conté la noticia se emocionó conmigo. Pedí una notebook, me senté frente al teclado y publiqué la noticia.

A la noche lo ubiqué a Martín, pero tarde. Los medios le hicieron estallar el celular, lógico. Cuando conversamos me contó que los médicos fueron muy prudentes. Recuerdo esa palabra porque la expresó en medio de la euforia general que rodeó a la noticia. No fue pesimista Martín sino realista. Y ahí me dijo que el deterioro en el organismo de su hijo había sido mayúsculo. 16 días conectados al ECMO (corazón artificial) eran demasiado para un cuerpito tan debilitado. Ese papá no es médico pero supo tener un oído agudo para escuchar lo que decían los profesionales. De ellos dependía la evolución del nene.

Quedamos en hablar el lunes. Y nos contactamos, pero tarde. Entonces me enteré de los síntomas de rechazo, del líquido en los pulmones y del daño neurológico que había sufrido. Era muy difícil escribir algo al respecto, pero publicamos la información y alentamos el pedido de todos para seguir rezando por la vida de Lauti. Su estado era grave, papá y mamá lo sabían. Me enteré ahí que, por pedido del equipo clínico, Jimena y Martín entraban a verlo de a ratos y siempre le hablaban. Nadie sabía a ciencia cierta si el chico los escuchaba, pero ellos le transmitían todo el ánimo que podían. Le hablaban de Racing, de sus amigos, del colegio, de los hermanos. Él no respondía.

Un corazón para Lauti
Jimena y Martín con los colores de Racing, el club del cual Lauti era fanático

El martes no pude ubicar a Martín pese a los reiterados llamados. Por la noche, el director de éste medio, Adrián Noriega, me sugirió escribir algo en referencia a la cantidad de mensajes que llegaron por las redes sociales de aliento. En la mayoría había un denominador común: Dios. Una plegaria al cielo por la salud de Lauti. Y así lo hice, en el artículo que salió publicado el miércoles. Ese mismo día, cerca de las 22, me comuniqué de nuevo con Martín. Estaba manejando pero me atendió igual. Su tono de voz estaba apagado. Me contó que el corazón funcionaba perfecto, que ya no había síntomas de rechazo pero que el nene tenía un daño neurológico que era irreversible. Y me habló de un concepto que no conocía: coma alfa. Así definieron los médicos el cuadro de su hijo. Busqué automáticamente en internet para saber de qué se trataba y, en verdad, se trata de un paso previo a la muerte cerebral. Tristísimo y demoledor, tal como titulamos el jueves la muerte de Lautaro.

Toda esa secuencia de charlas fueron las que ayer hicieron que ese papá derruido diga “gracias”. “Gracias por qué”, nos preguntábamos. Y lo seguimos haciendo. Si el periodismo, que es un oficio maravilloso, no sirve para estas cosas, pues entonces es difícil encontrarle el sentido. Y quizá, para cerrar estas líneas, compartir una reflexión que me encantaría suene a reproche general. Lautaro estuvo 16 días conectado a un corazón artificial y eso le costó un daño irreversible. ¿En 16 días una sola persona en condición de ser donante murió en la Argentina? ¿Una sola? ¿Tan hipócritas somos que nuestra solidaridad se limita a compartir un pedido por las redes sociales? En su momento hubo una explosión de órganos en nuestro país con la Ley de Donante Presunto, que indica que todos somos donantes salvo que manifestemos oposición. Eso quedó establecido en los documentos de cada uno. Llegó el momento de actualizar la legislación y buscar mecanismos de concientización colectiva que ayuden a tomar otra postura frente al tema.

MARCO LEGAL

La Ley 26.066, modificatoria de la Ley 24.193, es la herramienta legal que otorga a todos los ciudadanos mayores de 18 años el derecho a decidir sobre el destino de sus órganos y tejidos para después de su muerte, tanto para expresar su voluntad afirmativa como de oposición respecto a la donación.

El INCUCAI registra esta voluntad en el módulo 5 del Sistema Nacional de Información de Procuración y Trasplante de la República Argentina (SINTRA), manteniendo carácter confidencial. De no existir manifestación expresa, la ley presume que la persona es donante. En ese caso, en el momento de la muerte, el organismo responsable solicita testimonio a la familia sobre la última voluntad del fallecido.

Antes de las modificaciones a la Ley de Trasplantes, se consideraba que los familiares tenían la última palabra sobre la donación de órganos, aun cuando el fallecido hubiera dejado asentada su voluntad de donar. Con la Ley de Donante Presunto cambia el rol de la familia, que pasa de la modalidad de otorgar autorización a la función de dar testimonio sobre la voluntad del fallecido.

Más información en http://www.incucai.gov.ar

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