
El dedo en la nariz es una práctica tomada popularmente como asquerosa. Desde chiquitos los adultos combaten esa costumbre de niños y niñas de encariñarse con ese producto pegajoso que sale de las fosas nasales y, en la mayoría de los casos, hacer bolitas para que luego vuelen por el aire o queden adheridos a alguna superficie.
Quizá por eso el moco tiene mala prensa. Está asociada a una costumbre nociva, ante la cual el reto era inminente. Pero ahora nos venimos a enterar, ya grandes todos, que en verdad esa cosa tan insulsa, a la que muchos le sentimos el sabor alguna vez, no es tan negativa. Es más: aprendemos por qué es fundamental contar con ellos.
Según explicó una profesional del Hospital Posadas a través de las redes sociales del establecimiento sanitario, se trata en rigor de una secreción producida por las glándulas de la nariz y los senos paranasales. El moco actúa como filtro para que las partículas inhaladas sean atrapadas para luego ser transportadas desde la nariz hacia la garganta, y así luego deglutirlas y eliminarlas.
Por lo tanto el moco es una barrera de defensa del organismo a la contaminación de agentes externos, gérmenes, polvo y toxinas, entre otros. “Es muy importante para la defensa de las fosas nasales y para cuidar tus pulmones”, agregó la médica.
Entonces, la reflexión final de los que saben es que “si hay mocos no hay de qué preocuparse”, a no ser que se torne maloliente o se asocie a otros síntomas como tos, fiebre o dolor de cara. Ahí es hora de consultar a un médico especialista.